miércoles, 25 de octubre de 2023

Joker (2019)

 


“Desprecio a los hombres si fuera Dios no los perdonaría nunca” dice Francisco Galván en Él (1953) de Luis Buñuel. Esta frase bien podría definir Joker (2019) de Todd Phillips, la película oscura sobre uno de los personajes más populares del universo de superhéroes.

En Joker (2019), El Guasón, como lo conocemos en América Latina, deja de ser un tipo divertido y ridículo. Deja de dar risa y de ser una caricatura. Aquí le dan cuerpo y personalidad para contarnos su historia y sobre todo para presenciar su transformación.

Protagonizada por Joaquín Phoenix y Robert De Niro, la cinta es una metáfora moderna sobre las consecuencias de la falta de empatía, el cinismo y las desigualdades que todos podemos presenciar a diario en cualquier rincón del mundo. Aunque como las buenas películas puede suscitar múltiples interpretaciones.

En un principio cuesta un poco de entender y quizás parezca hasta aburrida, sin embargo, a medida que avanza te atrapa sobre todo por la simpatía que despierta su protagonista.

Arthur Fleck (Joaquín Phoenix) es el rarito de la clase, el que está fuera del orden que la sociedad impone, ese que desea encajar, pero no lo logra. El que está solo porque genera resquemor en su entorno. Podríamos verlo incluso como “El minotauro” tal y como lo definió Julio Cortázar en la entrevista que le realizó Joaquín Soler Serrano en 1977 para Televisión Española: “el hombre libre, el hombre diferente y que por lo tanto es el hombre al que la sociedad, el sistema encierra inmediatamente”.

A Fleck la sociedad le pasa por encima e ignora constantemente, hasta que aparece la ira para vengar las limitaciones de su hasta entonces patética existencia.

A diferencia de las películas del universo superhéroes, Joker (2019) es densa, pesada y triste. No es una cinta de acción, posee una melancolía que te hace sentir pesimista. Desata tus peores pensamientos. Tu lado más oscuro.

Es muy difícil que no puedas sentir como verdad todo lo que se te cuenta. La Ciudad Gótica de ficción se parece mucho al mundo en el que vivimos. En China o en Caracas el mal nos rodea constantemente, tentándonos para que le entreguemos nuestra energía.

Para todo ser humano es complicado resistir la tentación de la revancha si puede cometerla. En la cinta la celebras: bailas y cantas con El Guasón. Aunque en el fondo sabes que hay algo que no está bien.

Precisamente este tipo de reflexión que genera la película podría entenderse como una apología. Como una forma de comprender y por ende perdonar las acciones del protagonista.

No obstante, siento que precisamente sucede lo contrario, no podemos celebrar “el triunfo” del Guasón. Solamente asistimos a su debilidad al permitir que el entorno lo aleje  completamente de su verdadera esencia.

Es en este punto que el largometraje cobra sus verdaderas dimensiones, sin pretender ser moralista ni dar lecciones, genera cuestionamientos.

¿Cuáles son las consecuencias del mal? ¿Somos capaces de sobreponernos a lo peor o estamos condenados a ser el producto de nuestras circunstancias? ¿Un mundo miserable, poco empático y egoísta es capaz de crear gente con características similares?

Estas y otras dudas se nos imponen al ver Joker que parece repetirnos constantemente una frase que de seguro ya has escuchado: el mundo crea sus propios monstruos.

 

@cluisaugueto

 

Publicada originalmente en Desde La Plaza

Sicario de José Novoa fue estrenada hace más de 20 años

 

A pesar del gran éxito de taquilla y de las críticas favorables —ganó más de 25 premios internacionales—, Sicario (1994) de José Novoa fue calificada por  algunos como un filme sensacionalista, que explotaba un tema sensible exagerándolo hasta hacer de él un show.

Hubo incluso quien acusó al director uruguayo, residenciado en Venezuela, de querer propagar una imagen negativa de Colombia: “Decir las cosas como son es el primer gran paso para resolverlas. No quisiera cargar con la responsabilidad de una mala imagen y esa no fue nunca mi intención, porque respeto mucho a Colombia”, dijo en su defensa  en una entrevista para El Tiempo, en diciembre de 1994.

El tema de la violencia en América Latina es un lugar común, un camino muy recorrido por gran cantidad de creadores. Es natural que así sea. El cine y las distintas formas del arte en general, retratan la realidad circundante, además de la imaginada o soñada. Si vivimos cerca de la violencia y la miseria, es apenas lógico que estos sean temas que se trasladen al desarrollo de elementos artísticos (cine, música, literatura), debido a la necesidad de comprenderlos, exponerlos  y confrontarlos. Sin embargo, más que el tema en sí es importante el tratamiento que se le da, y en la película se presenta la violencia, quizás no exagerándola, como se dijo en aquel momento, pero sí llevando el relato en ocasiones por el camino de la sordidez.

Sicario de José Novoa fue estrenada hace más de 20 años

Esta película filmada en Caracas, aunque ambientada en Medellín, desde su primera escena, presenta lo que será su tema fundamental: la violencia como cotidianidad de los que habitan en los lugares más pobres, la muerte como destino casi inequívoco de aquellos que emprenden una carrera delincuencial  suicida en la paradoja por querer sobrevivir.


 


Violencia sin nacionalidad

A José Novoa le llamaba la atención el tema de la violencia en Latinoamérica. En una entrevista comentó que ese interés suyo fue el motivo de la elección de la temática de su película. Al director no le interesaba realizar una cinta  sobre la realidad colombiana, más bien buscaba encarnar en esa zona geográfica una circunstancia universal: “el cine es un hecho internacional y no depende del país de donde eres o vives.

Esta es una película que trata el tema de los jóvenes de América Latina, los jóvenes que viven una realidad muy difícil. Siempre quise hacer algo sobre este tema, y estudiando y viendo cosas, un día me tropecé con un artículo en el que veo un situación llevada al extremo que era la de Colombia y, comparándola con una realidad que vivimos en Venezuela, que está muy cerca de vivir una experiencia similar, nos planteamos hacer un testimonio y una advertencia” afirmó en entrevista para El tiempo en 1994.

La cinta nos cuenta la vida breve de Jairo (Laureano Olivares), un muchacho de barrio que al no encontrar más opciones comienza a involucrarse en la delincuencia hasta terminar convirtiéndose en sicario.

El mejor logro de la película es la precisión de sus diálogos y los detalles que David Suárez, guionista del largometraje, supo plasmar en la historia para darle mayor profundidad.

Puede percibirse que hay un trabajo de investigación en el empeño de mostrar cada una de las “rutinas” y “entrenamientos” a los que son sometidos los muchachos que ingresan a esta clase de vida. Sin embargo, la puesta en escena de estos “detalles” se malogra en ocasiones, debido a muchas actuaciones flojas.

La mayoría de los actores que interpretan a los sicarios, a excepción de Laureano Olivares, no logran siquiera recitar sus diálogos con un mínimo de convicción, desplomando ocasionalmente el dramatismo que se le quiso dar a la cinta.

“A esta ciudad le tengo rabia, me gustaría incendiarla”, se dice en la película donde se muestra con claridad que arderá en llamas, Bogotá, Caracas o cualquier lugar del mundo donde se intente  tapar el sol con un dedo.

También actúan: Gledys Ibarra, Pedro Lander, Eva Mondolfi, William Moreno, Alfredo Medina, Alberto Rowinsky.

 

 @cluisaugueto

 

Publicado originalmente en  Desde La Plaza

Películas para comer delicioso

 


Pasamos el día comiendo. Comer es una de las actividades más placenteras de la vida, además funciona en múltiples ocasiones como una metáfora sobre la capacidad de disfrutar y las ganas de vivir. La gente vital come, cuando te deprimes dejas de comer. La comida es diversión, además de nutrición. Tal vez por eso el cine tiene en su historia un sinfín de ficciones relacionadas con ella y sus procesos.  

Hoy quiero invitarte a descubrir algunos largometrajes que realzan el placer culinario y lo que representa tanto en quienes lo llevan a cabo, quienes cocinan, como a los que disfrutamos de él, los comensales.


 

Julie y Julia (2009)

Meryl Streep y Amy Adams protagonizan esta historia sobre la cocina y la búsqueda de sentido en la vida a través de los sabores y de una actividad tan edificante como cocinar.  Este filme que escribió y dirigió Nora Ephron cuenta la historia real de Julie Powell, quien decidió crear un blog para compartir sus experiencias gastronómicas creando las recetas de la cocinera Julia Child.  Sobre todo, las que realizó en su libro El arte de la cocina francesa. A través de su blog, Julie cambió su vida generando no solamente una satisfacción personal también transformándola como hace tiempo necesitaba.

 

Ratatouille (2007)

La película de Disney es sobre cocinar y no tener miedo de ser diferente.  Este dibujo animado lleno de humor y simpatía nos permite descubrir temas para nada infantiles que nos dejan entender que cuando se trata de elegir en la vida lo mejor es hacerlo desde la honestidad. En la cocina no hay barreras, en la vida tampoco.

 

Comer, rezar y amar (2010)

Esta cinta basada en el libro homónimo de Elizabeth Gilbert cuenta con las actuaciones de Julia Roberts y Javier Bardem. Es una historia sobre la importancia de descubrir nuevos sabores en la vida, vivir a plenitud, probar nuevos rumbos. La primera parte de la película se centra propiamente en comer, en disfrutar cada bocado. ¿El escenario? Italia, un imperio gastronómico.

Graciosa, entretenida, el relato sobre el viaje de Elizabeth dibuja la búsqueda universal del bienestar y la tranquilidad personal a pesar del caos en la vida moderna.

 

 

Willy Wonka y la fábrica de chocolate (1971)

Creo que no hay una película que más alimente las ganas de comer chocolate que esta. La versión original de los años 70 protagonizada por Gene Wilder tiene todo lo que cualquier niño (y adulto) puede necesitar para descubrir el universo de los dulces. Los chocolates son el símbolo de la imaginación, de la creatividad, de la magia que puede cambiar el destino de cualquier persona, sobre todo si pone su interés en ello. La película combina fantasía y realidad dejándote soñar con grandes posibilidades.

 

Deliciosa Marta (2001)

Una cocinera establece una relación con su sobrina de ocho años que ha quedado huérfana. En el camino descubrirá que la única que necesita ayuda no es su sobrina. En esta cinta alemana de Sandra Nettelbeck los sabores de los platillos vendrán acompañados de reflexiones sobre lo importante de vivir a plenitud en todas las áreas de la vida. Actúan Martina Gedeck y Sergio Castellitto.

 

Publicado originalmente en Hispano Post

viernes, 20 de octubre de 2023

La misma sangre (Netflix/ 2019)

 



La película protagonizada por Oscar Martínez (El ciudadano ilustre, Relatos Salvajes) engancha. Desde el primer minuto nos obliga a perdernos en los vericuetos de una trama que oculta su verdadero sentido y deja preguntas en el aire desde el inicio. Preguntas que si eres perspicaz podrás responderte al final. Su guion va de sorpresa en sorpresa, lo que se agradece.

El thriller cuando es bueno tiene esa responsabilidad: sorprender. Debe permitirnos abrir la boca cada cierto tiempo y  si es posible también gritar de vez en cuando. Al ver La misma sangre me pasó, sobre todo al final.

Dirigida por Miguel Cohan (Sin retorno 2010), esta cinta recién estrenada en Netflix, te permite dudar sobre las responsabilidades de los personajes. Dudas que no duran tanto porque pronto comienzas a comprender aunque hasta el final convives con la incertidumbre. Precisamente esa tensión que nos  genera es lo mejor de la película.

El ambiente enrarecido en el que vive una familia que oculta más de lo que podemos imaginar es el caldo de cultivo perfecto para una historia muy realista sobre dos de las miserias humanas más comunes: los celos y el despecho.

Motivos e intenciones

Dicen que existen tres motivos para matar: el primero es el amor, el segundo el dinero y el tercero la venganza. En esta película hay un cóctel que dispara las emociones en torno a esos tres elementos. La falta de amor, la necesidad de dinero y las ganas (escondidas) de venganza permiten que los personajes lleguen hasta donde se supone no deberían.

La narración bajo dos puntos de vista describe los acontecimientos y nos sitúa en dos lados de la realidad que se fusionan en un relato coherente.

Esta ficción sobre una familia disfuncional es también  una cinta policial sin policías, sin agentes externos involucrados en el drama familiar. No obstante, si hay pesquisa e investigadores.

En La misma sangre no es tan fácil determinar a los culpables. En la película la responsabilidad de los personajes no necesariamente puede apreciarse por lo que han hecho. Más bien podría definirse por lo que dejan de hacer. Como en Corazón tan blanco (1992) la novela de Javier Marías, en este largometraje no solamente se puede ser responsable de la muerte de otro por haber detonado un arma. No solo eres asesino por matar con las propias manos. Hay formas más sutiles de hacerlo.

De esos modos más sutiles, de esas muertes con participación indirecta nos habla esta cinta que no es solamente un thriller emocionante, también es un drama muy bien construido capaz de sugerirte mucho más de lo que expone.

El director de Sin retorno, otro thriller demoledor de principio a fin, logra otra vez asomarnos a las perversidades humanas para percibir su olor fétido. Un aroma que se queda contigo cuando la película llega a su fin.

La cinta cuenta también con las actuaciones de Paulina García, Diego Velázquez (quien brinda una actuación muy convincente, son un espectáculo sus miradas) y Dolores Fonzi. Un gran elenco para una película poderosa.

 

Luisa Ugueto Liendo

@cluisaugueto

Publicada originalmente en Desde La Plaza

13 Reasons Why (Netflix)

 


Hay algo que mata mucho más rápido que el cáncer y quizás a igual cantidad de gente. Es una enfermedad silenciosa que se disfraza detrás de diferentes conductas, incluso aquellas que parecen efervescentes. La soledad es una bala en la sien de muchos, una hojilla en la muñeca, un puñal en el corazón, una herida abierta, la soga en el cuello, una caja de pastillas, un precipicio que se abre justo bajo nuestros pies y puede acabar con todo en un segundo.

Ningún hombre es una isla, todos necesitamos de los demás, y mucho más cuando eres adolescente y deseas conectar con los otros, tener amigos, reírte, soñar.

Cuando comienzas a ver Por trece razones (13 Reasons Why) ya sabes que Hannah Baker (Katherine Langford) está muerta, se suicidó por trece motivos representados en trece personas. Su amigo Clay (Dylan Minnette) escuchará sus razones de viva voz, ella ha dejado trece cassettes explicándolo.

Está serie realizada por Netflix, recrea de forma fiel y creativa los conflictos emocionales de una etapa de la vida difícil para casi todos. ¿El resultado? Logra mucho más que eso, genera una historia que mezcla grandes cuotas de entretenimiento con una mirada reflexiva sobre situaciones que pudieron ser representadas de un modo banal, pero que aquí cobran el sentido justo.

El pasado y el presente bailan en armonía en esta serie, logrando mantener la tensión, el suspenso y sobre todo recreando personajes llenos de matices. Clay, Hannah, Jessica, Justin, Alex, Bryce y el resto de los adolescentes que hacen vida en esta historia no representan los típicos clichés de las series juveniles, para bien o para mal cada uno tiene características particulares.

Por trece razones deja al finalizar cada capitulo un sinnúmero de ideas y cuestionamientos. No es simplemente una serie para menores de 18, es una historia sobre las consecuencias de la ausencia de empatía.

“La empatía es algo que se adquiere con el tiempo, con los años, con la edad. Cuando sé es aún joven solo te ves a ti mismo” escribió Alberto Fuguet en su novela Sudor. Supongo que tiene razón porque en Por trece razones los compañeros de Hannah hacen todo lo posible por demostrarle lo ruines que pueden ser.

La serie refleja un tema tan intemporal como la angustia del individuo ante la mirada del otro, también contempla el “valor” de las apariencias. En la sociedad de la imagen, de los selfies, de Instagram, importa demasiado la opinión del otro, si eres lo que dicen de ti, si eres tu imagen, más te vale que tengas a todos a tu favor.

La forma creativa de contar, los cambios en el tiempo de la narración, los diálogos, las actuaciones, son algunas de las más de trece razones que hay para ver esta serie.

Lo que en Unfriended (2014) es una idea insubstancial para crear una cinta de terror hueca, aquí genera un impacto real por la complejidad y lo descarnado de un relato que para nada es dulce e inocente como se supone deben ser los primeros años.

La serie está basada en la novela homónima de Jay Asher.

 

Luisa Ugueto Liendo

@cluisaugueto

Queremos tanto a Dylan

 


Luke Perry dejó Beverly Hills 90210 en la sexta temporada para tener éxito en el cine. Nunca lo logró. Su carrera estuvo llena de roles diferentes en series y películas que no llegaron a destacar del todo y sin embargo su nombre no dejó de ser una referencia.

A diferencia de algunos lugares de América Latina, en Hollywood solo necesitas un personaje para formar parte de la cultura pop. El éxito que tuvo Beverly Hills, 90210 en los 90´s definió la vida y la carrera de Luke Perry,

El actor fue durante toda su carrera Dylan McKay, un personaje construido bajo la sombra de James Dean.

Rebelde sin causa (1955) generó gran impacto en la cultura norteamericana debido a un sinfín de razones, una de ellas la muerte prematura de su protagonista. James Dean encarnó el arquetipo del chico irreverente, rebelde e idealista. Gracias a su fama ha sido imitado en un sinfín de ocasiones.

En Beverly Hills 90210 Dylan era un lector apasionado, un poeta maldito, tenía moto, malas maneras, muchos problemas emocionales y una enorme suerte con las mujeres.


 

Las similitudes entre el personaje de Dean en Rebelde sin causa y Dylan son más que obvias. Los productores de la serie hicieron lo posible por recalcarlas, quizás como un método para conseguir un mayor sentido de identificación.

Luke Perry interpretó a Dylan con tanta naturalidad que, seguramente, muchos de los admiradores de la serie llegaron a confundir lo ficcional con lo real. Su rol tenía actitudes muy marcadas, pequeños gestos que definían su personalidad.

Recuerdo particularmente el mensaje que dejaba siempre en la contestadora: “Hola, soy Dylan, ya sabes lo que tienes que hacer”. Dylan tenía modales poco convencionales, era callado y rudo en ocasiones. Su personaje, al igual que el resto, tenía rasgos que los definían. Evidentemente esto permitió generar una mayor conexión con el público. Muchos conectamos con el triángulo amoroso en el que estuvo envuelto y las cuitas que vivía junto a Brenda y Kelly, sus dos parejas en la ficción.


Aunque Luke Perry dejó la serie mucho antes de que llegara a su desenlace (duró más de 10 temporadas) siempre estuvo vinculado a la trama. Su rol fue la piedra angular de un sinfín de conflictos.

Beverly Hills tuvo un impacto tan grande que llegó a convertirse en el espejo donde muchos nos miramos evocando deseos y fantasías. Fue una serie frívola, tonta, lugar común y maravillosa. Su efluvio siguió a todos los que participaron en ella.

Quizás por eso, el actor trabajó toda su vida en diversas producciones de televisión y cine sin lograr encontrar otro personaje de igual impacto. A sus 52 años se mantenía activo. Era un trabajador de la industria del espectáculo aunque nunca volvió a tener una exposición mayor de la que tuvo a los veinte años.

En su vida privada fue un hombre discreto. Nunca se vio envuelto en escándalos vergonzosos. Tenía dos hijos y una vida al parecer bastante tranquila. Pudo hacer mucho más. Lamentablemente su tiempo terminó. Quedó Dylan, al que seguiremos queriendo, no tenemos otra  opción.

 

Publicado originalmente en Desde la Plaza

@cluisaugueto

Dustin Diamond y el eclipse de las estrellas infantiles

 


Hubo un tiempo en que no existían las redes sociales y el internet no era el mayor centro de entretenimiento. Debíamos usar un viejo aparato que ya parece arcaico: la televisión. Gracias a ella nos conectábamos con el mundo y veíamos pasar el tiempo olvidando las obligaciones diarias. Cargándonos de buena energía sin notificaciones, ni likes.

En esa época las series juveniles gozaban de gran rating, ya que eran la mayor apuesta de muchos canales y productoras. Éstas se caracterizaban -casi todas- por proponer chistes e historias inocentes sobre la amistad, el primer amor y uno que otro conflicto bastante tonto como para no ameritar explicaciones profundas. Eran series para adolescentes, casi niños y sólo se quería entretener, además de ganar  en el rating.

En aquellos años, Dustin Diamond formó parte del elenco de Salvado por la campana (1989), una serie que generaba sonrisas de complicidad entre sus espectadores, pero cuya fama trajo (sobre todo a algunos de sus protagonistas) dificultades y problemas con el transcurso del tiempo.

La serie, que culminó en 1993, siguió como una sombra a algunos de sus protagonistas impidiendo que pudieran reinventarse y avanzar. A Diamond, que acaba de fallecer de cáncer, la popularidad que adquirió al interpretar a Screech, un nerd amigo de todos, le generó inconvenientes casi toda su existencia.

La tragedia de  algunas estrellas infantiles (en algunos casos) consiste en que no pueden darle continuidad a su vida artística, les cuesta integrarse siendo adultos, conseguir otros roles, demostrar que pueden seguir trabajando. Algunos se quedan estancados en un solo personaje y no vuelven a tener el  éxito que dejaron atrás.

Este fue el caso de Dustin Diamond, quién nunca pudo retomar del todo su camino. Sus problemas con la ley, el desempleo y el escándalo por la realización de un vídeo porno destruyeron su imagen al menos parcialmente por algunos períodos de tiempo. Años donde su carrera jamás volvió a encontrar el brillo de los primeros tiempos.

Por el contrario, se vio envuelto en conflictos policiales que no le ayudaron a mejorar su calidad de vida. Aunque en múltiples ocasiones intentó reinventarse.

En 2009, publicó una autobiografía donde relataba que sus compañeros de elenco en Salvado por la campana tenían relaciones sexuales y consumían drogas. Sus memorias no fueron un éxito. Esas declaraciones causarían molestia entre sus ex compañeros de trabajo. Años después pidió disculpas y afirmó que su libro había sido redactado por un escritor fantasma.

Tal vez por eso, por haber hablado mal de los participantes del programa, Diamond no fue invitado a la nueva versión de la serie estrenada en 2020.

El resto de la historia ya la conocen, falleció de cáncer hace unos días. Solamente en la ficción existen los finales perfectos, en la vida no siempre ocurren. Por el contrario, algunas personas parecen destinadas a la fatalidad.

 

@cluisaugueto

 

Publicada  originalmente en  Desde La Plaza

martes, 17 de octubre de 2023

El bolero como banda sonora

 

Desde la llegada del cine sonoro la música se convirtió en un elemento valioso para la realización cinematográfica a nivel mundial. En México el bolero estuvo presente desde Santa (1932), largometraje que ha sido reconocido como la primera película con sonido perfectamente sincrónico a la imagen. De hecho, lleva el título de una composición de Agustín Lara. La cinta, protagonizada por Lupita Tovar, cuenta las desdichas de una mujer debido a un desengaño amoroso. Esta temática refleja un hecho que  permitió al bolero cobrar importancia en los dramas cinematográficos de los años 40 y 50 mayoritariamente; el tema romántico de muchas películas de la época propició que este género se adaptara perfectamente a las diversas tramas que se querían contar.

Agustín Lara: clásico en escena

Los boleros de Agustín Lara tienen gran presencia en el cine mexicano de la edad de oro. Trabajó con directores como Roberto Gavaldón y Alberto Gout, y además sus canciones formaron parte de la banda sonora de incontables películas. En Distinto amanecer (1943) de Julio Bracho, protagonizada por Pedro Armendáriz y Andrea Palma, aparece su tema Cada noche un amor, bolero que refiere directamente al título de este largometraje catalogado como uno de las mejores y primeros ejemplos del cine negro en el país azteca.

En una de las escenas más importantes de La devoradora (1946), María Félix baila con Luis Aldás, Aventurera, otro bolero de Agustín Lara. La escena muestra de forma explícita que la composición alude al carácter de la protagonista. El personaje de María Félix en esta cinta dramática de Fernando de Fuentes coquetea con dos hombres, mientras planea un ardid para salir de un grave problema donde se ha metido.

Este bolero también aparece en la voz de Pedro Vargas en una de las cintas más importantes del llamado cine de rumberas, Aventurera (1950), dirigida por Alberto Gout. En la escena aparece Ninón Sevilla en el rol de Elena, una vedette con una vida tormentosa.

En Ansiedad (1953), de Miguel Zacarías, Pedro Infante canta Amor de mis amores, composición de Agustín Lara, en una de las escenas más emblemáticas de esta producción.

También en La Diosa Arrodillada (1947), de Roberto Gavaldón, aparece otro tema de Agustín Lara, Revancha, en la voz de María Félix. Este bolero seria interpretado por él mismo junto a Toña La Negra en la película de igual nombre en 1948, dirigida por Alberto Gout. La historia de la cinta está basada en su composición. Lara también se pondría frente a la pantalla en la película dirigida por Fernando Rivero, Coqueta de 1949. El largometraje está basado también en un bolero suyo de igual nombre, y cuenta con las actuaciones de Ninón Sevilla y Víctor Junco.

Además, En Palabras de mujer (1946), de José Díaz Morales, con Ramón Armengod, Virginia Serret y Andrés Soler puede escucharse en la voz de Armengod el bolero que da título a la película, otra composición de Agustín Lara.

Toña La Negra es también una de las estrellas de la película Amor vendido (Joaquín Pardavé, 1951) junto a Eva Garza y Los Panchitos, que tocan la canción Ni que sí, ni quizá, ni que no, composición de Alfredo Gil.

En síntesis, Agustín Lara actuó en las películas Novillero (Boris Maicon, 1936), Noches de ronda (Ernesto Cortazar, 1943), Revancha (Alberto Gout, 1948), Coqueta (Fernando Rivero, 1949), La mujer que yo amé (Tito Davison, 1950), Perdida (Fernando Rivero, 1950), Los tres amores de Lola (René Cardona, 1953), La faraona (René Cardona, 1953), Cantando nace el amor (Miguel Delgado, 1954), Solamente una vez (Carlos Véjar, 1954), Esposas infieles (José Díaz Morales, 1956), Los tres bohemios (Miguel Morayta, 1956) y Los chiflados del rock and roll (José Díaz Morales, 1956).

En su mayoría los nombres de las películas obedecían a los nombres de las canciones De Lara, y más de una ocasión el argumento también. Sus papeles fueron dramáticos al comienzo y de comedia al final, siendo el de pianista de salón o cabaret el más recurrente. Todo esto tiene su momento definitivo en La vida de Agustín Lara, biopic de 1959 realizado por Alejandro Galindo, y con Germán Robles dando vida al estelar compositor.

Pedro Infante: variaciones del bolero

En el denominado “cine de barriada” de Ismael Rodríguez, que generó títulos como Nosotros los pobres (1948), Ustedes los ricos (1948) y Pepe el toro (1953) aparecen algunos de los boleros más recordados en la voz de Pedro Infante. Amorcito corazón, el cual interpreta en Nosotros los pobres es un bolero de Pedro de Urdimalas y Manuel Esperón, que fue compuesto especialmente para la cinta. Fue interpretada por Pedro Infante y Blanca Estela Pavón, quien murió trágicamente a los 23 años.

El cine mexicano contribuyó también a la difusión del bolero ranchero. En la película Cuidado con el amor (1953), de Miguel Zacarías, aparece otro bolero clásico del cine de Pedro Infante, Cien años. El  tema compuesto por Rubén Fuentes y Alberto Cervantes, lo interpreta Infante en una escena que comparte con la coprotagonista, la actriz Elsa Aguirre.

El repertorio de Rubén Fuentes enriqueció las muy populares producciones de Pedro Infante, quien interpretó más de cuarenta temas de su autoría en el cine, algunos de ellos boleros. El muñeco de cuerda es otra composición de Fuentes que aparece en la película El mil amores (1954)  protagonizada por Infante junto a Rosita Quintana.


Tríos y dramas musicales

El trío Los Panchos le debe una porción importante de su popularidad a sus apariciones oportunas en el cine mexicano. Su música, incidental y tocada en vivo, apareció en 40 películas, siendo 1949 el año de su debut con seis participaciones: En cada puerto un amor (Ernesto Cortazar), El gran campeón (Chano Urueta), No me quieras tanto (Chano Urueta), Rayito de luna (Chano Urueta), Hipócrita (Miguel Morayta, 1949) y Una gallega en México (Julián Soler). En esta última interpretaron el bolero Contigo, composición de Claudio Estrada.

También interpretaron el bolero clásico de Chucho Navarro Rayito de Luna en la película homónima. La cinta cuenta con la participación de David Silva y Miguel Inclán. Otro trío estrella del bolero fue Los Tres Diamantes. Su música se pudo ver y escuchar en la cinta de René Cardona, Mujeres de Teatro, de 1951.


Los dramas musicales de la época también contaron con la presencia de actores que más allá de interpretar sus personajes también cantaban boleros en escena. Fernando Fernández, actor y cantante, también protagonizó algunas películas con nombres de boleros como Dos almas en el mundo (1948). El largometraje lleva el nombre del bolero homónimo composición de Don Fabián.

En Amor de la calle (1950) Fernández interpreta el bolero que da el nombre a la película compuesto por Fernando Maldonado. Este tema también lo interpretaron Los Panchos en el drama Hipócrita protagonizado por Antonio Badú y Leticia Palma. Y en 1951 Los Panchos tocarían en la película Negro es mi color, de Tito Davison. La canción fue justamente Alma negra, creación de Chucho Navarro.

En 1958 dos tríos rivales de Los Panchos, Los Tres Caballeros y el Trío Avileño, tocarían en la película Sucedió en México, dirigida por Ramón Pereda. La cinta incluía también una muestra de los ritmos juveniles que causaban furor entonces, a cargo de Los Yorsy’s. Y eso fue algo que vio más claro en 1966 en la cinta Amor a ritmo de Go Go, donde la “defensa” del bolero, como una música que seguía vigente a pesar de las modas bailables, corrió a cargo de Javier Solis y su versión de Infierno y gloria.

El bolero es fundamental en la banda sonora del cine mexicano, su historia es tan larga como sus alcances. El cine construyó un imaginario que hizo de este género un sonido que tiene repercusiones culturales que persisten hasta el día de hoy.

 

Luisa Ugueto Liendo

@cluisaugueto

Publicado Originalmente en Gladys Palmera

La voz de Latinoamérica

 

Al comienzo de su carrera Mercedes Sosa no sabía que iba a dedicarse a la música, al menos no profesionalmente. Ese camino lo eligió con el paso del tiempo. Su origen humilde y el idílico paisaje familiar, donde la pobreza no fue un impedimento para la felicidad, fue impulso y motor de una existencia  centrada en expresar a través del canto las pequeñas historias sobre los conflictos y la belleza latinoamericana.

"Nunca pensé cantar para vivir", se le escucha decir en el documental de Rodrigo Vila: Mercedes Sosa, La Voz de Latinoamérica. No podía tenerlo en mente porque en un principio su vida fue la pobreza y el hambre. Las pesadumbres cotidianas para sobrevivir, las carencias, y en medio, su vocación inesperada y espontánea.

"La pobreza no es pobreza si se tiene a la madre y al padre juntos",  afirma en el  audiovisual la cantora (tal como se definía a si misma) con humilde sinceridad. Ni Mercedes Sosa ni el documental sobre su vida son grandilocuentes, aunque relatan hechos históricos que marcaron un antes y un después en el panorama de la llamada música folclórica  argentina. Éste es uno de sus principales méritos.

Vila acompaña a Fabián Matus, hijo único de Sosa, a recorrer los lugares representativos de su carrera y existencia, comenzando por el parque de su infancia y las calles de su barrio.

El documental está estructurado en capítulos que se detienen de forma minuciosa en cada etapa: el origen, el nuevo cancionero, la expansión, las amenazas, el exilio, la soledad y el legado. Cada episodio cuenta con la participación de sus colegas, familiares y amigos. Desde Charly García hasta Chico Buarque de Hollanda conversan sobre “La negra Sosa”, develando anécdotas que  definen bien su personalidad apoyándose además en su testimonio a viva voz.

Investigación exhaustiva

Mercedes Sosa no se propuso la fama. Todo comenzó en 1950. De tanto mostrar el talento en su círculo más cercano, debido a la insistencia de sus amigas y siendo todavía menor de edad, participó en el concurso de una radio local en San Miguel de Tucumán, al noroeste de Argentina. Se presentó como Gladys Osorio, para evitar ser descubierta por sus padres que no veían con buenos ojos su interés por la música.

Su mudanza a finales de 1957 con Óscar Matus, su primer esposo, y la creación del Movimiento del Nuevo Cancionero, tiempo más tarde en la ciudad de Mendoza, le brindaron un aire de renovación a su carrera que aún estaba por definirse. En 1959 grabó su primer disco, La voz de la zafra, contando historias que conocía de primera mano.

Su separación de Óscar Matus, años después, la devolvería al territorio conocido de la pobreza por una breve temporada. Una época que definiría su futuro. Su forma de enfrentar los malos momentos descubrieron así una personalidad fuerte, la misma de la que se serviría para darle poder a su voz.

En sus primeras grabaciones con los sellos “X”, El Grillo y Philips, Mercedes Sosa cantaba como una mezzosoprano. Su tesitura era alta, lo que le daba un enfoque lírico y clásico, y al mismo tiempo dramático, a canciones como Sin Saber Porqué. Sosa confesaría que su referente en ese entonces fue la folclorista Margarita Palacios.


 Según el especialista Leonardo Waisman, el ingrediente mágico de las interpretaciones de Mercedes Sosa es el color de su voz… y su vibrato, aplicado con bastante regularidad sobre las notas largas, llega a ser muy amplio. Su registro vocal fue de más de dos octavas, con un potente acento en los tonos graves.

Se cree que poco a poco fue cambiando a contralto, con una tesitura media. Waisman, sin embargo, disiente: sus grabaciones de los años siguientes a su retorno (a Argentina tras el exilio) conservan la misma tesitura que las de los años 60; sólo en su década final hay un marcado descenso, acompañado por una pérdida de calidad vocal.

Material inédito

Sin embargo, la película también es un reflejo de su fragilidad y el sentimiento de soledad que la acompañó en la vida. Como todo verdadero artista Sosa, no eligió ser quién fue, se dejó llevar por su instinto y siempre tuvo pequeñas dudas sobre el valor de su trabajo. Inquietudes que la hacían titubear cuando se  encontraba  desnuda ante la mirada del público.

Presentaciones y grabaciones inéditas enriquecen la historia que brinda nuevas perspectivas de circunstancias conocidas. Por ejemplo, su polémica participación en el Festival Nacional de Folclore de Cosquín en 1965, cuando se le negó la oportunidad de cantar y finalmente pudo hacerlo gracias a la intervención del músico Jorge Cafrune.

En el documental hay una gran interés en detallar no solamente la personalidad de la intérprete, también el contexto dónde tuvo que desenvolverse, así como la forma en que se involucró con sus colegas. Con Violeta Parra, por ejemplo, desarrolló un vínculo emocional a través de sus composiciones.

La voz de Latinoamérica también cuenta con la participación de figuras pertenecientes a las generaciones admiradoras de su obra, como René Pérez, Residente. Finalmente, se muestra que el impacto de la figura de Mercedes Sosa tiene que ver, sobre todo -y más allá de su voz y dotes interpretativos-, con la honestidad de sus intenciones. Su firmeza y determinación para cantar lo que ella misma necesitaba escuchar.

 

Carmen Luisa Ugueto Liendo

@cluisaugueto

Publicada originalmente en Gladys Palmera

domingo, 15 de octubre de 2023

SANDRO, EL ÍDOLO DE BOBBY FISCHER

 


En una temporada de su vida en Nueva York, Bobby Fischer, campeón mundial de ajedrez e icono del deporte, acostumbraba ir al cine a ver casi a diario las películas del cantante argentino Sandro. Según cuenta el presentador Antonio Carrizo, en su programa Los Grandes, transmitido en la televisión argentina en 1984, el legendario ajedrecista sentía una tenaz predilección por la música y los largometrajes del ídolo latinoamericano.

Miguel Ángel Quintero, ajedrecista argentino y amigo de Fischer, también lo recordó en una entrevista que concedió a ESPN en enero del 2008: "Tenía una debilidad por Sandro, por su música, por su manera de cantar. Él decía que Sandro era mucho mejor cantante que Elvis Presley".

Un hombre que dedicó su vida a la realización de una actividad eminentemente intelectual se sentía atraído por la pasión que expresaba Sandro en los escenarios.

Vista de lejos, esa afición puede parecer extravagante ¿qué tiene en común un ajedrecista de Chicago y un cantante popular de Buenos Aires? Sin embargo, si nos asomamos a la personalidad del cantautor argentino y su capacidad de análisis sobre la vida, la sociedad, y la música, nos daremos cuenta que detrás de su baile desenfrenado y su sensualidad, había mucho más que emoción. Sandro no era un tipo hueco (por el contrario era culto y educado) y eso lo percibía su público, entre los que se encontraban gente de diferente condición, ajedrecistas de fama mundial incluidos.

El éxito de Sandro se construyó con base en su talento, pero también por el misterio que siempre rodeó su vida. Decía tener doble personalidad, le gustaba diferenciar la figura pública de la persona. Fuera del escenario era Roberto Sánchez, un tipo común, dentro de él aparecía Sandro, el alter ego que le concedió la celebridad mundial y que ha sido analizado en libros biográficos, series y documentales.  

 

Yo, Sandro


Sandro aparece fumando en muchas de sus entrevistas. El cigarrillo, ese hábito que terminó costándole la vida (murió de un enfisema pulmonar) es un compañero permanente de su imagen transgresora que genera (incluso ahora) fascinación en hombres y mujeres.  Sandro, nacido en 1945, vendía música, composiciones (realizadas en su mayoría junto a quien sería su manager, Óscar Anderle) y también una actitud, una forma de estar en el mundo.

En Yo Sandro, documental de Miguel Mato (2018), se plantea de viva voz de su protagonista (con audios de entrevistas realizadas en junio de 1970) la esencia de una existencia efervescente y única.

El rodaje del documental duró cuatro años y a la par la cadena televisiva Telefé lanzó la telenovela Sandro de América, lo que pudo marcar el final del proyecto, pero al final lo que consiguió fue el aumento de la fama del artista entre el público joven.

En este audiovisual paseamos por su infancia, por sus inicios junto a la banda Los de Fuego y por episodios determinantes en su carrera como primera estrella de rock argentino, showman irreverente y cantante romántico capaz de hechizar a su público.

Se cuenta, por ejemplo, que a los 18 años aprendió a tocar guitarra (con una rota) y tras meses de trabajo finalmente pudo comprarse la suya. Su historia musical, la grabación de más de 50 discos y sus presentaciones en escenarios como el Madison Square Garden (en 1970 fue el primer latino en llenarlo), además de recuerdos íntimos, son parte de este audiovisual que reivindica su figura.

En el documental viajamos al pasado para descubrir como a los 13 años debutó en un acto escolar haciendo una imitación de Elvis Presley, su ídolo y con quien ha sido comparado desde el inicio de su carrera. La idea era hacerla con la ayuda de un LP, que terminó fallando, por lo que tuvo que cantar en vivo. Ese día cambió todo.

Una trayectoria

En los años 60 Sandro conformó la banda Sandro y Los de Fuego, cuyo primer nombre fue Los Caniches de Oklahoma. Con este grupo musical empezó una carrera que desde ese momento contó con el respaldo del público mayoritariamente femenino. Su forma de moverse y proyectar su energía es recreada en Yo Sandro con videos originales de presentaciones icónicas. Así como también su siguiente etapa vestido de etiqueta al iniciar su carrera como solista.

Como un hombre metódico, disciplinado y con una gran pasión por su trabajo lo describen en el audiovisual. Sandro estudiaba constantemente la forma de dar un buen espectáculo. No era un improvisado, sabía lo que quería y no se permitía equivocaciones.

Su voz en off en el documental nos permite acercarnos a su visión sobre su carrera desde una perspectiva nueva. Además en el filme podemos disfrutar de grabaciones realizadas por el propio artista en su ámbito privado. Recortes de prensa y fotos nos permiten asistir a la histeria colectiva que desencadenaba su presencia en el público de toda América.

 

El cine de Sandro


Desde los años 60, Sandro participó en más de quince largometrajes, realizó una telenovela e incluso llegó a escribir y dirigir. Sus películas servían como una plataforma para promocionar su carrera como cantante. La mayoría eran musicales donde el intérprete argentino representaba diferentes versiones del arquetipo que alimentó durante años: el muchacho atrevido, el chico apasionado, el joven transgresor,  valiente, carismático. Su imagen es el atractivo número uno de estas películas que de no tenerlo como figura central tal vez perderían su valor.

 

En la década siguiente filmó Gitano (1970), Muchacho (1970), Siempre te amaré (1971), El deseo de vivir (1973) y Operación rosa rosa (1974), donde el formato de comedia dramática con música se mantiene.

 

En 1976 filmó junto a la actriz y presentadora argentina Susana Jiménez, Tú me enloqueces, cinta donde actúa, escribe y dirige. Luego de su muerte Jiménez escribió lo siguiente sobre el ídolo argentino: Siempre me trató como a una reina, con la galantería y el respeto que él trataba a las mujeres en general. Nunca volví a trabajar con alguien que besara así… Todo lo que se imaginen es poco. Su público muy seguramente estará de acuerdo, después de todo él rompía esquemas más allá de lo imaginable.  

 

Luisa Ugueto Liendo

@cluisaugueto

Publicado originalmente en Gladys Palmera  en el año 2022.

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