sábado, 6 de julio de 2024

Dolor y gloria de Pedro Almodóvar

 


Todos necesitamos volver al pasado. En él se ocultan nuestros deseos más relevantes, nuestro temperamento más vivo, lo mejor o lo más genuino de nuestro carácter. El pasado nos eleva por encima de nuestras circunstancias, nos permite ver con un ojo más crítico el camino que hemos transitado hasta convertirnos en lo que invariablemente hemos llegado a ser.

En Dolor y gloria, un Pedro Almodóvar de ficción y utópico, con otro nombre, pero con un gran parecido al de la realidad (según ha revelado en diversas entrevistas el personaje está basado en sí mismo) nos muestra los fantasmas de su pasado. Mediante ellos expresa un universo personal que también puede ser muy nuestro si tenemos la inteligencia de mirar bien.

En la cinta los personajes reflexionan sin proponérselo sobre la importancia del paso del tiempo y el modo en qué los acontecimientos que se nos presentan son capaces de cambiarnos, no solamente de forma externa, sobre todo internamente. Todo lo que nos pasa cuenta. Todo lo que hemos vivido nos marca y define de un modo en que ni uno mismo puede saberlo.

En esa fase inconsciente del autoconocimiento se centra Dolor y gloria. El filme es un psicoanálisis personal sobre esos personajes que marcan nuestras vidas para bien o para mal. El territorio de la infancia, nuestros padres, los primeros amores y amistades son fundamentales a la hora de crear nuestros archivos emocionales.

En el largometraje, tanto el espectador como los personajes, nos percatamos de ello a medida que la trama avanza y nos permite asistir a unas memorias que, aunque no tengan nada que ver con las propias, nos llevan a sentir de vuelta eso que dejamos en el camino antes de pisar el terreno de la adultez.

Almodóvar se cuestiona en voz alta y nos ayuda a escarbar en nuestros propios recuerdos.

La película tiene características que coinciden con el estilo peculiar del  director español: la escenografía, los colores, la iluminación, la estética Almodóvar.

Sin embargo,  no se asemeja al resto de sus cintas del todo.

Esta película, a diferencia de otras, es reflexiva, no hay secretos sórdidos que se revelen a la mitad, no hay estridencias ni situaciones disparatadas. Todo lo que en otras pudo haber sido motivo de ruido, en esta es silencio y contemplación. No hay extravagancias, por el contrario sus personajes se muestran reservados, como si guardasen su mundo interior para sí mismos.

La película transcurre ágilmente, pero hace bien su tarea de detenerse en aquellos aspectos que desea resaltar.

Su narración va del pasado al presente una y otra vez para integrar las piezas del rompecabezas que el personaje principal (interpretado por Antonio Banderas) intenta encajar.

Finalmente, se puede definir  Dolor y gloria más allá de una cinta biográfica, como un alegato sobre lo importante que es tomar en cuenta nuestro pasado para poder seguir adelante.

 

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